“Francisco murió en la octava de Pascua, un gran día de resurrección”, destacó el padre José
En la mañana de hoy, el Padre José Defagot visitó los estudios de Radio Ciudad para compartir una profunda reflexión sobre el fallecimiento del Papa Francisco, cuya partida conmovió al mundo entero en la madrugada del pasado lunes. Entre emociones encontradas, el sacerdote destacó la esperanza que deja una vida entregada al Evangelio, la mirada pastoral del pontífice y el camino que ahora inicia la Iglesia con el proceso de elección de un nuevo papa.
“El fallecimiento del Papa Francisco tiene un valor doble —expresó el padre José—. Por un lado, es dolorosa la partida de alguien que admiramos. Pero también, para quienes compartimos la fe, su muerte nos llena de esperanza. Creemos que fue una vida ofrecida, una vida para el cielo. Estoy convencido de que el Señor le dará el ciento por uno.”
Defagot resaltó que la Iglesia atraviesa este momento con serenidad, confiando en la promesa de Jesús de que "las puertas del abismo no prevalecerán contra ella". En ese marco, pidió oraciones para que el Espíritu Santo ilumine a los cardenales que tendrán la responsabilidad de elegir al sucesor de Francisco.
Respecto al proceso de elección, explicó que se trata de una tradición cargada de simbolismo: los cardenales, designados a lo largo del tiempo por el mismo Papa, se reúnen en el cónclave, encerrados hasta que alcancen un consenso. “Es un método antiguo, pero profundamente significativo. El humo blanco sigue siendo un signo claro y poderoso”, comentó, evocando la emoción vivida hace trece años cuando se eligió al primer papa argentino.
Un pontificado marcado por el encuentro
Al ser consultado sobre los cambios más notables del pontificado de Francisco, Defagot no dudó: “Lo que más me impactó fue su capacidad de salir al encuentro del otro. Del pobre, del enfermo, del anciano, de quien vive en las periferias, incluso del que lo ofendió o traicionó. Él tenía ese don. No empezó a hacerlo como Papa; era una actitud de vida”.
El sacerdote compartió además su experiencia en dos Jornadas Mundiales de la Juventud: una en Río de Janeiro y otra en Cracovia. “Estar allí entre millones de jóvenes y sentir que el Papa te hablaba como si te conociera, con una cercanía increíble, fue muy movilizante. Francisco tenía una facilidad única para comunicarse, y eso le permitió hablar con líderes de todo el mundo, sin distinciones”.
¿Por qué no vino a la Argentina?
Uno de los interrogantes inevitables fue la ausencia del Papa en su tierra natal durante sus años como pontífice. Para el padre José, hay dos posibles explicaciones: “Una tiene que ver con evitar que se lo usara políticamente. Francisco fue un hombre que no quiso prestarse a juegos mezquinos. Y la otra, es que él prefirió visitar países con menor presencia católica, donde su visita podía tener un mayor impacto simbólico”.
Aun así, subrayó que el Papa nunca dejó de sentirse profundamente argentino. “Viajó siempre con su pasaporte argentino. Hablaba como nosotros, se educó en escuela pública, y supo que eso también era riqueza para compartir con la Iglesia universal”.
Un legado de humanidad y sencillez
Sobre el final, Defagot recordó la humildad del Papa, su estilo despojado de protocolos y su decisión de estar cerca de la gente hasta el final. “Murió en la octava de Pascua, que es como un gran día de resurrección. No murió en terapia intensiva, sino en medio de su gente. Dicen que fue fiel hasta el final, porque los médicos le habían indicado que no saliera más, pero él quiso morir en su ley, recorriendo en silla de ruedas la Basílica de San Pedro días antes de su partida.”
“El Papa hizo lío —concluyó entre sonrisas—. Hizo lío en el mejor sentido: cuestionó estructuras que no eran evangélicas, abrió puertas, incomodó. Y nos dejó un ejemplo que trasciende.”
Hoy el mundo lo despide con respeto y gratitud. La Iglesia, mientras tanto, se prepara para elegir al nuevo pastor. Pero el legado de Francisco, el papa del encuentro, el papa argentino, ya está escrito en la historia. Y en el corazón de millones.