
La Argentina interviene políticamente en el conflicto Irán-Israel: “existen antecedentes que preocupan", indicó Andreis
Mariano Andreis, Magíster en Estudios Latinoamericanos, profesor de Relaciones Internacionales en la carrera de Ciencia Política y coordinador del Observatorio de Malvinas de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), explicó lo siguiente:
"Primero, hagamos una breve reseña porque existe un pensamiento generalizado de que esta región (Medio Oriente) vive en un estado de guerra permanente, como si fuera algo normal y natural. Pero es importante desmitificar eso: en estos lugares la gente vive y trabaja como en cualquier ciudad del mundo, y es la que sufre las consecuencias de las decisiones de sus dirigentes."
En ese contexto, Andreis remarcó que es la primera vez que Irán e Israel se enfrentan de manera directa, lo que representa un hito histórico.
Hasta 1979, las relaciones entre ambos países habían sido cordiales. Recordemos que Israel existe como Estado desde 1948, y durante esos primeros años no hubo conflictos directos entre Irán y el Estado judío.
Todo cambió a partir de la Revolución Islámica de 1979, cuando Irán se desoccidentaliza e islamiza bajo el liderazgo de los ayatolás. Antes de esa revolución, Irán incluso fue el segundo país en reconocer la existencia del Estado de Israel. Sin embargo, tras ese cambio de régimen, Irán adopta una fuerte postura antioccidental y comienza a considerar a Israel como "el pequeño Satán", aliado del "gran Satán", que para ellos es Estados Unidos.
Desde entonces, los encuentros y desencuentros se han ido intensificando, y uno de los principales episodios fue el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. Hamás, que controla el territorio de Gaza, ingresó a Israel y perpetró el asesinato de numerosos ciudadanos israelíes. Cabe destacar que Hamás responde a Irán, al igual que Hezbollah, en el Líbano, y las milicias hutíes en Yemen.
Hasta ahora, Irán había atacado de manera indirecta a Israel a través de estos grupos radicalizados y armados. Sin embargo, en esta oportunidad, Irán se enfrentó directamente.
Por su parte, Israel venía planificando su respuesta desde noviembre de 2024, mediante tareas de inteligencia. El 13 de junio de este año, Israel lanzó un ataque dentro del propio territorio iraní, utilizando drones para destruir instalaciones de enriquecimiento de uranio que podrían servir para fabricar una bomba nuclear.
Israel ya posee armas nucleares, mientras que Irán está en proceso de desarrollar las suyas. Andreis explica que, desde el derecho internacional, la situación es compleja.
"No hay una justificación clara que garantice la legalidad de estos ataques", señala. Según el especialista, Irán se ampara en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que reconoce el derecho a la legítima defensa. Israel, por su parte, invoca el concepto de ataque preventivo, también contemplado por la ONU, que consiste en usar la fuerza para neutralizar una amenaza antes de que ocurra un ataque.
Sin embargo, Andreis advierte que este argumento es controversial: "Israel dice ‘te ataco porque sé que cuando tengas la bomba nuclear, me vas a atacar’. Pero no hay forma de confirmar eso. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética tenían armas nucleares y ninguno las utilizó. De hecho, hoy son varios los países que tienen armas nucleares y no por eso se atacan mutuamente", explicó.
Pese a esto, Israel sigue atacando objetivos estratégicos de Irán, como las instalaciones de enriquecimiento de uranio y a los científicos vinculados al programa nuclear iraní. El temor de Israel es que Irán logre acelerar la fabricación de un arma nuclear, especialmente considerando que en los últimos tiempos Irán ha perdido influencia en la región, con la caída del régimen de Bashar al-Ásad en Siria y la muerte de líderes clave de Hezbollah en Líbano.
Andreis también se refirió al complejo conflicto territorial y religioso que persiste en la región. "Hay manifestaciones religiosas y nacionales de ambos lados que reclaman ese territorio como propio. Cada vez que se estuvo cerca de lograr la paz, aparecieron grupos radicalizados o extremas derechas que boicotearon los acuerdos, incluso asesinando a líderes que intentaron negociar, como ocurrió con Isaac Rabin", recordó.
Por último, se refirió al Estrecho de Ormuz, otro punto estratégico que incrementa la tensión en la región.
"El Estrecho de Ormuz es un paso clave porque por allí transita el 20% del petróleo mundial. Tiene unos 35 a 40 kilómetros de ancho y conecta con el Golfo Pérsico, una de las zonas de mayor producción de petróleo del mundo. Este estrecho está ubicado entre Omán e Irán, lo que le da a Irán la capacidad de bloquearlo", explicó.
Sin embargo, Irán evita cerrar el Estrecho de Ormuz porque el 90% del petróleo que vende va hacia China, su aliado estratégico en la región y en el escenario global. Un bloqueo significaría perder la mayor parte de sus ingresos por exportaciones de petróleo y deteriorar su relación con China.
A pesar de no haberse bloqueado, las tensiones en la región ya han generado impactos económicos, como el reciente aumento del 10% en el precio del petróleo.
Geopolítica y consecuencias de la intervención en el conflicto Irán-Israel
Explicación de Mariano Andreis, Magíster en Estudios Latinoamericanos, profesor de Relaciones Internacionales y Coordinador del Observatorio de Malvinas de la UNVM:
"Desde el inicio del conflicto, había una percepción general de que todo esto ocurría lejos, sin impacto directo. Pero la situación cambió en cuanto Estados Unidos intervino, y con ello creció el temor de que las consecuencias se vuelvan globales y graves.
En este contexto, Donald Trump anunció un supuesto "alto el fuego", pero lo hizo sin que ninguna de las dos partes lo confirmara oficialmente. De hecho, horas después, Israel activó el Domo de Hierro, su sistema de defensa antimisiles, alegando que Irán ya había lanzado misiles, los cuales tardan aproximadamente cinco horas en llegar. Sin embargo, Irán desmintió haber disparado esos misiles. Israel, igualmente, respondió atacando nuevamente, justificándose en esa supuesta agresión.
Por lo tanto, el alto el fuego que anunció Trump no existe, y los hechos lo demuestran. Incluso Trump había dicho que este conflicto sería recordado como "la guerra de los 12 días", pero estamos en el día 13, así que esa afirmación quedó sin sustento.
Lo cierto es que Trump llegó a la presidencia prometiendo no involucrar a su país en conflictos internacionales y garantizar la paz. Sin embargo, ordenó un ataque a Irán sin la autorización del Congreso de los Estados Unidos, que es el único órgano habilitado para aprobar formalmente intervenciones militares.
Esto le trae a Trump consecuencias internas: pérdida de credibilidad y posibles impactos políticos. Históricamente, todos los presidentes de Estados Unidos que intentaron "llevar la paz" a la región fracasaron. Ejemplo de ello fue Bill Clinton.
El escenario es muy complejo. Si no se logra un alto al fuego real, las consecuencias pueden ser devastadoras, incluso podría producirse una reconfiguración del poder mundial.
Un actor que no se suele tener en cuenta, pero que es clave y peligroso, es Turquía. Turquía tiene un rol ambiguo: a veces es aliado de Rusia, otras veces de Estados Unidos. Su ubicación estratégica lo convierte en un "algodón entre dos cristales", entre Medio Oriente y Europa. Además, posee armas nucleares como miembro de la OTAN y podría intervenir en el conflicto, lo que generaría una escalada difícil de contener.
Hacia el este, Pakistán e India tienen sus propios conflictos, especialmente en la región de Cachemira. Ambos poseen armas nucleares y si llegaran a involucrarse, la situación se descontrolaría aún más. Cabe recordar que Pakistán es aliado de Irán, lo que suma otra capa de complejidad.
En la región también pesa el factor étnico: Irán no es un país árabe, es persa. Por eso, incluso entre los Estados árabes, como Arabia Saudita, existen desconfianzas hacia Irán. Arabia Saudita, aliada de Occidente y de Estados Unidos, es cercana a Israel y mantiene vínculos históricos con Washington.
Por todo esto, es muy difícil explicar la situación en cinco minutos. El conflicto en Medio Oriente lleva décadas y múltiples actores involucrados.
Por ejemplo, está el caso de los kurdos, un pueblo de 40 millones de personas que no tiene Estado propio, distribuidos entre Siria, Turquía e Irak. Los kurdos han contenido el avance de grupos radicales como ISIS y otros, y Turquía ha frenado las aspiraciones kurdas de autodeterminación, lo que añade otra tensión en la zona.
Desde América Latina, la mayoría de los países han pedido mesura, diplomacia y el cese de hostilidades, excepto Argentina y Paraguay, que han apoyado abiertamente a Israel. Esto tiene consecuencias.
En los años 90, Argentina se involucró en la Guerra del Golfo apoyando a Estados Unidos sin obtener nada a cambio. Eso derivó en atentados como el de la AMIA, una represalia directa. Hoy, lamentablemente, estamos repitiendo el mismo patrón.
Argentina incluso anunció el traslado de su embajada a Jerusalén, lo que implica reconocer Jerusalén como capital de Israel, cuando es un territorio en disputa por las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo.
Ese tipo de posicionamiento es riesgoso. Normalmente, los países se mantienen neutrales, llaman a la reflexión y a la paz, pero evitan involucrarse directamente. Involucrarse en un conflicto que no nos corresponde puede tener consecuencias graves, como ya las tuvimos en los 90.
Hoy, el país debería estar alerta. Es cierto que Irán ahora está ocupado con el conflicto, pero los grupos radicalizados ya han demostrado que pueden atacar fuera de sus fronteras, como lo hicieron en Argentina.
Por último, sobre la posibilidad de que Estados Unidos funcione como freno diplomático al conflicto, Trump ha participado de reuniones en la OTAN, pero su postura es ambigua. Incluso parece haber bajado los brazos, mientras Irán e Israel actúan sin control ni conciencia de las consecuencias globales.
Probablemente, los únicos que pueden frenar esta escalada son China y Rusia, actores de peso en la región. China, especialmente, tiene influencia directa sobre Irán y un interés en la estabilidad por motivos económicos.
Israel, por su parte, justifica sus ataques argumentando que deben defenderse porque están rodeados de Estados musulmanes hostiles y que sin su sistema de defensa, o incluso sin realizar ataques preventivos, podrían ser "echados al mar Mediterráneo".
Por todo esto, hay que observar con atención lo que harán China y Rusia, ya que son los únicos con poder real para influir en ambas partes (más que nada en Irán) y, quizás, detener el conflicto